Cuando el PRI cabe en un selfie o cuando Morena ya lo jibarizó
Carlos Ramírez
El PRI asistirá hoy a su 91 aniversario de fundación y 92 años de su concepción no sólo con la base político-electoral más baja, sino con evidencias recientes de que Morena ya le quitó sectores, militantes y bases beneficiarias de programas sociales.
Si se juntaran todos los priístas en cargos, cabrían en un selfie: 46 diputados federales (9.2% del total), 14 senadores (10.9%), apenas 7.6 millones de votos presidenciales (13%) y 11 gobernadores (34%). El PRI pasó del 95% de votos en 1976 a un partido jibarizado de 10%.
Días antes de la celebración de hoy miércoles 4 de marzo, Morena se dio el lujo de presumir la capacidad de absorción de priístas; no sólo han sido los eminente priístas que se pasaron primero al PRD de Cárdenas y luego al equipo de López Obrador, sino las estructuras que sostenían el edificio priísta: la CTM se morenizó, la CNC no existe, las clases medias y los grupos de profesionistas están en Morena o votan por este partido, los gobernadores de Oaxaca y Estado de México –Alejandro Murat Hinojosa y Alfredo del Mazo Maza– son más lopezobradoristas que cualquier chairo y cuando menos 9 millones de votos priístas del 2012 votaron por López Obrador en el 2018.
La dirigencia actual del PRI nunca ha sido tan mediocre, ni en los tiempos de Adolfo Lugo Verduzco con Miguel de la Madrid. Del 2016 al presente el PRI quedó subordinado al interés político de Enrique Peña Nieto: la mexiquense Carolina Monroy como interina, el impresentable Enrique Ochoa Reza, la sobrina salinista Claudia Ruiz Massieu y el desinflado Alejandro Moreno Cárdenas Alito. Y, por si fuera poco, Peña dejó las bancadas legislativas amarradas al desprestigio de su gobierno.
Ahí justamente, en su dependencia de Peña Nieto, se encuentra el principal lastre del PRI, sobre todo ahora que el gobierno de López Obrador disfruta con abrir heridas purulentas de corrupción escandalosa del sexenio peñista, sin que ningún priísta tenga la valentía de salir en defensa de esas acusaciones, mientras el expresidente Peña sigue de fiesta: el día en que arrestaron al exdirector de Pemex, Emilio Lozoya Austin, Peña difundió fotos con su novia en un acto político sin precedentes y para humillación de los priístas embarrados por las acusaciones contra Lozoya.
El PRI murió el 4 de marzo de 1992, hace 28 años, cuando el presidente Carlos Salinas de Gortari –con el aval del presidente nacional priísta Luis Donaldo Colosio– acudió al PRI a anunciar el fin histórico de la Revolución Mexicana como esencia del PRI y dio a conocer el “liberalismo social” como nueva ideología del PRI. Ahí, ante la complacencia silenciosa de los priístas, el PRI pasó a ser el partido del neoliberalismo mercantilista de Salinas, dejándole las víctimas sociales al PRD y ahora a Morena.
Las presidencias panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón con el apoyo del PRI y la priísta-neoliberal de Peña Nieto terminaron por destruir las bases históricas y sociales del PRI. Con el discurso de las reformas estructurales que regresarían el Estado de bienestar, Peña alcanzó en 2018 –con su alianza con el Partido Verde– 19.2 millones de votos, pero dejó al PRI y su candidato neoliberal José Antonio Meade Kuribreña con apenas 9.3 millones de votos para la alianza PRI-Verde y Nueva Alianza y sólo 7.6 millones de votos priístas.
El nuevo presidente nacional priísta Moreno Cárdenas arrancó con tibias expectativas, pero se perdió en la maraña de grupos de interés, en las traiciones de priístas que habían votado por López Obrador en 2018 –el PRI perdió 9.4 millones de votos que se pasaron a Morena–, en las renuncias silenciosas de priístas que ven un PRI controlado en la realidad por el exgobernador oaxaqueño José Murat Casab y un Alito títere sin rumbo, sin ideas y sin propuestas.
Hoy se confirmará en la ceremonia de 91 aniversario de su fundación que el PRI sigue siendo peñista, que en las elecciones legislativas del 2021 carecerá de nuevos cuadros y propuestas y que en la presidencial de 2024 correrá el riesgo de desaparecer por el repudio social a lo que hoy significa el PRI. Como todo organismo vivo, el PRI podría tener salvación con un sacudimiento interno y una ruptura con el neoliberalismo salinista-peñista, pero la realidad dramática del partido radica en la ausencia de cuadros de relevo porque los jóvenes ya no creen en el PRI.
Las elecciones de 500 diputados y quince gobernadores el próximo año achicarán más el selfie priísta.
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